Esta encíclica fue iniciada por el Papa Benedicto, pero quien la terminó y le dio la forma final fue el Papa Francisco. Por eso le falta la unidad que le da un solo autor. La encíclica no es fácil de leer en su formato original, pero es fácil como una historieta. El tema es apasionante.
¿Qué significa creer? ¿Por qué algunos tienen Fe y otros no?
Aparentemente, la razón humana llega donde no llega la fe. O eso creen muchos ¿Cómo llegar a la Fe o abandonarla?
Si nuestra vida es como una melodía, la Fe es el ritmo. Todo el primer capítulo nos dice qué es la Fe y qué relación tiene la Fe con el Amor y con la individualidad. Algo muy íntimo.
El segundo capítulo trata de la relación entre Fe y Verdad. Y en ese sentido, los sentidos (que nos hablan de la verdad) tienen un papel fundamental: ver y oír. Si vemos algo o nos cuentan una historia, creemos.
Por ejemplo, si vemos caer una manzana de un árbol o nos dicen «vi una manzana caer de un árbol» lo creeremos sin problema. Además, coincide con nuestra experiencia.
Sin embargo, la encíclica recoge la frase de San Agustín:
«Tocarlo con el corazón: eso es creer«
El tercer capítulo habla de los Sacramentos y otros medios con los que los hombres han transmitido la Fe. Porque comunicar la Fe no es del evidente. Catequizar no es obvio: ¿cómo hacerlo? Lo primero es siempre respetar la libertad de cada persona (así como Dios nos respeta a nosotros). ¿Qué fe queremos transmitir?
El cuarto y último capítulo es especialmente interesante: ¿por qué creer? ¿Cuál es el sentido de creer?
La encíclica termina con la Virgen María, que fue modelo de muchas cosas y también de fe.
Debido a su estrecho vínculo con Jesús, María está estrictamente conectada con lo que creemos.